Discurso con
motivo de la fecha natal del Libertador
Ante todo deseo expresar mi sincero
agradecimiento a la Directiva de la digna Sociedad Bolivariana del estado
Carabobo, por la gentil invitación para disertar sobre la importante fecha
cumpleañera del más grande de los caraqueños, de los venezolanos y americanos, con que el nuevo
continente presenta a la admiración del mundo y de todos los tiempos. Bolívar y
glorioso pasado nos congregan en esta Casa de Páez, antigua residencia con historias
y leyendas no olvidadas; en el “Parte de la Batalla de Carabobo dirigido al
Congreso”, el Libertador escribe: … “EL bizarro general Páez a la cabeza de los
dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente
coronel Muñoz, marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en
media hora todo él fue envuelto y cortado… y yo, en nombre del Congreso, le he
ofrecido en el campo de batalla el empleo de General en Jefe de ejército”.
El 6 de enero de 1827 en su último
viaje a Venezuela, procedente de Puerto Cabello en su periplo desde Lima, al
llegar a Valencia, Bolívar escribe al Gral. Pedro Briceño Méndez: “A
Páez le tengo la más absoluta confianza, yo respondo con mi vida por su
fidelidad”.
Un retrato espiritual muy acertado
que dibujara Andrés Eloy Blanco, el “Poeta del Pueblo” explica: “A
través de Páez se llega inmediatamente a Venezuela, No hay un personaje que se
haya parecido más a su autor, no hay un
patriota que se haya parecido más a su Patria y
no hay un guerrero que se haya parecido
más a su campo de batalla”. Recordamos
palabras del jefe realista Pablo Morillo en comunicación a las autoridades
españolas: “Dadme a un Páez y cien mil
llaneros y le pongo Europa a sus pies”.
Venezuela ha dado para sí y para la humanidad cinco grandes embajadores. Francisco de
Miranda, el más universal de nuestros
paisanos, único militar en el mundo que ha luchado en tres continentes y en
tres revoluciones, único americano cuyo nombre está inscrito en el Arco de
Triunfo de París. Antonio José de Sucre, el caballero de la historia, el prócer
más puro de la independencia americana, precursor del Derecho Humanitario
Internacional y de la ingeniería militar en Venezuela. Don Andrés Bello, “Padre de la gramática castellana”, actualizará en 1847 lo escrito por Antonio
Nebrija el creador de la lengua
castellana en 1492. Don Simón Rodríguez, “Samuel Robinson”, pionero de las
escuelas técnicas en América y Simón Bolívar, estratega, escritor, diplomático,
filósofo, conservacionista, comunicador social, abogado, legislador, visionario
Padre de seis naciones, el más grande de los americanos de todos los tiempos y
por antonomasia el Libertador, del cual nos referiremos en su fecha natal.
Hace doscientos veintinueve años en
la residencia familiar ubicada entre las esquinas de Traposos y San Jacinto de
la apacible Caracas colonial, vio la luz primera Simón José Antonio de la
Santísima Trinidad Bolívar Palacios. Si bien llegó al mundo "en cuna de oro", y engrosó su
fortuna con un aporte de su padrino y pariente, el padre Juan Félix
Jerez-Aristiguieta y Bolívar, al instituir a su favor un rico patrimonio
conocido en la historia como “Vínculo
Aristiguieta”, paradójicamente murió
alejado en San Pedro Alejandrino, velado con una camisa prestada del general José
Laurencio Silva, y tras una recolecta de ochenta y dos pesos para cubrir los
gastos mortuorios, fue enterrado en fosa ajena en la Catedral de Santa Marta. Al
momento del bautizo en la Catedral de Caracas el 30 de julio, su padre deseaba
llamarlo Pedro, pero el presbítero Jerez y Aristiguieta propuso el nombre de
Simón, por ser Simón, su quinto abuelo, el primer Bolívar en llegar a la
América y Simón su cuarto abuelo, el primer Bolívar nacido en este continente.
Al tenerlo en los brazos y antes de echarle
el agua bendita, el presbítero exclamó: ¿Quién sabe que será este niño cuando crezca?
.La familia Bolívar era devota del augusto misterio de la Santísima
Trinidad; una piadosa costumbre señalaba, que el niño al nacer debía llevar el
nombre del santo correspondiente al día de su nacimiento, muchos pensaban que
había nacido el 28 de octubre, día reservado a San Simón y San Judas Tadeo; de
allí que el onomástico del Libertador se celebraba por todo lo alto cada 28 de
octubre desde 1817 por disposición del general Carlos Soublette.
En 1919 se elimina como día de fiesta
nacional para evitar confusiones con la verdadera fecha que es el 24 de julio. Es
bueno acotar que la única institución que mantiene el 28 de octubre como fecha
onomástica del Libertador, es la Sociedad Bolivariana de Venezuela, que cumple
la noble, activa y afanosa misión de estudiar y divulgar los postulados del
ínclito Padre de la Patria, por sobre toda acción obstaculizante, cuya vida
estuvo llena de altibajos, como la balanza de la Dama Ciega de la justicia,
signada por la gloria y la desgracia. Sin llegar a los 10 años, ya era huérfano
de padre y madre; sentimiento que le inspiraría en 1825 en Chuquisaca, dictar
un decreto para proteger la infancia:"... gran parte de los males de que adolece
la sociedad, proviene del abandono en que se crían muchos individuos por haber
perdido en su infancia el apoyo de sus padres". Bolívar hablaba y escribía el francés e italiano; entendía
suficientemente lo que leía del inglés; conocía a fondo los clásicos griegos y
latinos que había estudiado.
En Madrid conoce a María Teresa
Rodríguez del Toro y Alayza, con quien se casa prontamente, trayéndola a
Venezuela. Pero, la desdicha de nuevo se le hizo presente, al enviudar antes de
cumplir un año de matrimonio. Destrozado espiritualmente regresa a Europa,
donde se reencuentra con Simón Rodríguez, su viejo maestro Robinson, con quien
compartió sueños políticos; sostenía ideas constantes, por cuya realización
lucharía incansablemente, haciendo honor a su palabra empeñada en plena juventud,
la tarde del 15 de agosto de 1805 de la
eterna Roma, en la colina de Monte Sacro, en presencia de Don Simón Rodríguez y su primo
Fernando Rodríguez del Toro, lanza a los cuatro vientos su principal juramento de no descansar su brazo
y su alma, hasta tanto no ver a la América libre de las cadenas que la oprimían
por voluntad del imperio español. Antes de jurar, preguntó a Don Simón: ¿Si
en esta fragua homérica, yo arrojara mi
alma que es de hierro y oro, que surgiría maestro?... Robinson le contesta:
… ¡la libertad! Igualmente estudiamos que Bolívar realizó y
cumplió otros juramentos; el 22 de enero de 1803, jura no volverse a casar; en
septiembre de 1812, encontrándose emigrado en Curazao se deja crecer los
bigotes, quitándoselos en Potosí el 26 de octubre de 1825, y el 17 de diciembre
de 1823 en el cerro de Santa Apolonia en Cajamarca al norte del Perú, ante una
cruz de piedra donde ajusticiaron a Atahualpa en julio de 1533, jura defender
la raza indígena. El escritor Rufino
Blanco Fombona en su obra “Las Mocedades
de Bolívar”, apuntó que: “A los príncipes los educan para ser reyes,
a Bolívar lo educaron para vivir libremente, él exageró un poco y se convirtió
en Libertador”.
Nuestro homenajeado logra la emancipación en
un medio solo propicio a la desigualdad
y al despotismo. La historia del mundo no presenta ejemplo más brillante
de fortaleza de espíritu que la encarnada por nuestro egregio paladín. Otro
cualquiera hubiera desistido de la lucha
planteada por la ansiada como inexistente libertad; su grandeza es reconocida y
proclamada por los más famosos escritores. Él no estuvo presente en Caracas, el
memorable 19 de abril de 1810 por encontrarse confinado con su hermano Juan
Vicente, en sus propiedades de los valles del Tuy, por órdenes del capitán
general; pero al hacerse presente en el escenario épico, se desprendió de su
fortuna, salud y comodidades para recorrer 65 mil kilómetros para dar libertad
a casi cinco millones de kilómetros cuadrados, representados en una manojo de
seis naciones. Son conocidas sus acertadas palabras en la Sociedad Patriótica
el 3 de julio de 1811: ¿Trescientos años de calma no bastan?...
¡Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana!...
¡Vacilar es perdernos!; esta arenga sirvió para motivar al valenciano
Miguel Peña, quien en misión de la Sociedad Patriótica se dirigió al Congreso,
logrando enterrar con su discurso las dudosas convicciones de los Diputados
Constituyentes, quienes deciden tratar con firmeza el asunto de la declaración
de la independencia, materializada el glorioso 5 de julio, cuando empezamos a
ser venezolanos, antes éramos denominados españoles americanos. Destaca como
estratega militar al iniciar sus campañas en el Bajo Magdalena en diciembre de
1812 con apenas setenta voluntarios. En Cúcuta inicia el 14 de mayo de 1813 la
fulgurante Campaña Admirable, matizada con la proclama de Guerra a Muerte en
Trujillo el 15 de junio de 1813. Realizando exitosas acciones bélicas, llega
victorioso a Caracas el 6 de agosto de 1813; la municipalidad le designa el 14
de octubre capitán general de los ejércitos con Título de Libertador, ante lo
cual agradecido, contesta el día 18: “Libertador de Venezuela,
título más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios
de la tierra”. El 2 de enero
de 1814 en un discurso dado en la iglesia de San Francisco en Caracas nos dejó
un axioma: “Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria.
No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de su libertad”.
En su conocido Manifiesto de Carúpano el 7 de septiembre de 1814 indica: “Yo
os juro, o Libertador o muerto”. A pocos meses de estar desterrado en
Jamaica escribe el 6 de septiembre de
1815 a Henry Cullen, un “Caballero de la isla”, su famosa “Carta”, en la cual expuso su amplio criterio
sobre la situación hispanoamericana, pasada y actual, con definido valor
sociológico, alto contenido político, militar y visionario.
Una de sus grandes hazañas militares
como estratega, fue la de la Campaña de la Nueva Granada, iniciada el 27 de
mayo de 1819 en los llanos apureños; la representa haber ascendido el Páramo de Pisba a casi cuatro mil metros de altura; aplicando el
Principio de la Guerra de la Sorpresa, atraviesa senderos rodeado de barrancos
y peñascos, que apenas posibilitan la marcha. El frío aterrador, la lluvia y
granizo, fueron condiciones adversas que obligó darles palizas a los soldados
para superar el soroche o "mal del
páramo". La caballería llegó sin caballos, sin armas y nada que les
molestase. Sobre esta odisea, relata Andrés Eloy Blanco: “un soldado preguntó a otro
¿tienes frío?, para que frío si no tengo cobija”; así de recios son
nuestros insomnes soldados llaneros, que ante los grandes problemas, anteponían
su voluntad de vencer. Ya en Socha, Bolívar reorganiza su ejército para
triunfar en Gámeza, Pantano de Vargas y Boyacá el 7 de agosto.
En otra genial estrategia, la Campaña
de Carabobo, concluida el 24 de junio de 1821, planificada y ejecutada con tal
habilidad, que pudo concentrar en San Carlos 6.500 soldados, mientras varios
jefes realizaban misiones de distracción de las fuerzas realistas en Caracas y
San Felipe. En varias ocasiones Bolívar
estuvo en Valencia, el 13 de agosto de 1811 a las órdenes de Miranda, al ocupar
la Plaza Mayor, donde nuestro “Siempre
Precursor” colocó por primera vez en combate terrestre la gloriosa Bandera
ondeante, que luego estará al frente en cuatrocientos noventa combates; lo
acompañaba, el joven capitán de dieciséis años Antonio José de Sucre, futuro
Gran Mariscal de Ayacucho. Por esa gesta, aquí, en Carabobo, estamos con una
deuda histórica: “colocar en la Plaza Bolívar de esta ciudad, una placa que recuerde a
la presente y futuras generaciones este importante hecho histórico”.
Bolívar vivió uno de los momentos más
difíciles el 4 de julio de 1817 al estar rodeado de fuerzas realistas en
Casacoima hacia la desembocadura del Rio Orinoco, al permanecer varias horas en
sus aguas. Al ser rescatado en la noche,
bajo estado febril, pudo decir a sus compañeros: “todo el territorio donde estamos
será liberado, y entonces se salvará Venezuela y la Nueva Granada; yo los
conduciré a libertar Quito, Perú y todo el continente americano”. Los
oficiales presentes, estupefactos, mirándose unos a los otros comentaban en voz baja: “todo
está perdido. Lo que era de nuestra confianza, helo aquí loco y delirando”. Que
equivocados estaban; en Casacoima, Bolívar visualizaba en 1817 proféticas inspiraciones,
el futuro le daría la razón. El memorable 15 de febrero de 1819, el Libertador
presenta ante el soberano Congreso reunido en Santo Tomás de Angostura, su
elocuente discurso conocido como el ”Mensaje
al Congreso de Angostura”, obra de alta factura por su contenido político,
educativo, social, moral y humanístico, allá expuso los fundamentos del proyecto
de constitución; aún estudiado en el Derecho. En el referido mensaje que forma
parte de sus Documentos Fundamentales,
aboga de nuevo por la libertad de los esclavos, por la organización de los gobiernos
y exalta los principios democráticos; nos dejó la admirable sentencia del Poder
Moral junto a la educación, por ser los polos de la República, aspectos que mantienen
y acrecientan su vigencia; con sobrada razón se dice que las enseñanzas del
Libertador constituyen la Biblia de los pueblos. Este gran escrito, es
considerado el primero de los diez mil conocidos, y que al ser analizado por la
Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Lima, le concede el 3 de junio
de 1826, el título efectivo de Abogado,
no honorífico, en cuyo acto, expresó ante las altas autoridades universitarias,
magistrados y representantes del gobierno y de la iglesia:
“Al
pisar los umbrales de este santuario de la ciencia, yo me siento
sobrecogido de respeto y temor, y al verme ya en el seno mismo de los sabios
varones de la célebre universidad de San Marcos, me veo humillado entre hombres
envejecidos…desnudo de conocimientos y sin mérito alguno, vuestra bondad me
condecora con una distinción que es el término y la recompensa de años enteros
al estudio”. Bolívar consideraba que; “La
justicia es la reina de las virtudes ciudadanas, porque es la que conserva la
República”. Desde Pativilca-Perú le escribe el 15 de enero de 1823 al
general porteño Bartolomé Salom: “La impunidad de los delitos, hace que
estos se cometan con más frecuencia; al fin llega el caso, en que el castigo no
basta para reprimirlos”. En
lo social nos dejó su visión, “El sistema de gobierno más perfecto, es
aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad
social y mayor suma de estabilidad política”.
La lucha contra el flagelo de la
corrupción, fue una de las más grandes preocupaciones del “Padre de la Patria”,
consideraba que el único medio de erradicar este delito era mediante la
elaboración y aplicación de severas leyes. El 11 de septiembre de 1813,
sitiando al castillo San Felipe de Puerto Cabello, firma un Decreto de
aplicación a los defraudadores de la renta del tabaco: “Todo aquel que fuere
convenido de haber defraudado los caudales de la Renta Nacional del tabaco,
será pasado por las armas y embargados sus bienes”. El 12 de enero de
1824 en Lima decreta: “ Todo funcionario público a quien se le
conviniere en juicio sumario por haber malversado o tomado para sí los fondos
de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital. Los jueces a quienes
según la ley, compete este juicio, que en su caso no procediesen conforme a
este decreto, serán condenados a la misma pena”. Como hábil
diplomático, creyó que los conflictos internacionales, se debían arreglar a
través de la consulta popular, tal como lo realizó en Guayaquil y el Alto Perú,
puso sobre el tapete el principio del Equilibrio
del Universo, muy adelantado para la época, mediante el cual, ningún país
por poderoso que fuera podía someter a uno más pequeño, señalaba la
autodeterminación de los pueblos y la no intervención. Fue el primero en
proclamar el arbitraje como forma de lograr la paz y la justicia. El 7 de
Diciembre de 1824, dos días antes de que se librara la batalla de Ayacucho, cursó una “Invitación a los gobiernos de Colombia, México, Río de La Plata Chile y
Guatemala, a formar el Congreso de Panamá para sentar las bases
fundamentales de las relaciones que unan a los países de la América; nuestro
nuevo destino es consolidar la existencia independiente de nuestros países”.
Fue el primero en proponer el
principio de territorialidad romano del Utis Possidetis iuris; es decir, que
los nuevos estados surgidos tendrían como fronteras las que le corresponderían
a las colonias españolas en 1810, provisionalmente hasta la existencia de un
tratado. El 15 de enero de 1824,
postrado en un banquillo, en delicado estado de salud recibe en Pativilca a Don
Joaquín Mosquera, quien al verlo en tan lastimosa condición física, le pregunta
al ilustre enfermo. ¿Libertador…y ahora… que piensa usted hacer?; sacando fuerzas del alma contestó sin
inmutarse ¡triunfar! …y triunfó seis meses después en
Junín. Trasladándose del Perú hacia
La Paz, el 2 de agosto de 1825 hace un alto en Pucará situada a cuatro mil
metros de altura, allí el distinguido jurista y poeta José Domingo
Choquehuanca, ante el pueblo reunido frente a la iglesia expresó: “Con
los siglos crecerá vuestra gloria, así como crece la sombra cuando el sol
declina”.
El Libertador emocionado desmonta del
brioso corcel y quitándose la capa exclamó: “Mi capa es grande para todos, pero
para este genio es chica”. Bolívar pudo sacar tiempo para divulgar sus
ideas como comunicador social; en carta a Fernando Peñalver le dice el 1ro de
septiembre de 1817: “La imprenta es tan útil como los pertrechos en la guerra y ella es la
artillería del pensamiento”; en Angostura funda el 27 de junio de 1818
“El Correo del Orinoco”. Fuera de
Venezuela fundó siete periódicos; en algunas ocasiones utilizaba seudónimos
como Juan Tremiño, Filo Díaz o El llanero
Maturinés.
El caudal léxico, se calcula en
16.000 voces, tomando en cuenta que el del conocido escritor y dramaturgo
inglés William Shakespeare era de 15.000 y el Miguel de Cervantes y Saavedra
autor de Don Quijote de la Mancha era de 24.000.
“El
gran caraqueño” en sus escritos, discursos y conversaciones, reflejaba su
acendrada manifestación de fe cristiana. Encontrándose en la biblioteca de la
hacienda San Pedro Alejandrino, le dijo al respetado español don Joaquín de
Mier y Benítez: “Jesucristo, Don Quijote y yo, hemos sido los grandes majaderos de la
humanidad”. En sus últimos momentos terrenales, antes de convertirse en
el “caballero inmortal andante de la
humanidad”, informa a sus leales acompañantes: “Dios me llama, tengo que
prepárame para darle cuenta, y una cuenta terrible ha sido mi agitada vida, y quiero exhalar mis últimos suspiros
en los brazos de mis antiguos compañeros, rodeado de sacerdotes cristianos de
mi país y con el crucifijo en la mano”.
Al Padre de la Patria, le dolió en su
alma, ver desmoronarse cual castillo de
naipes, la obra más querida de su corazón, la República de Colombia, conocida
como “Colombia la Grande o La Gran
Colombia”, nacida el 17 de diciembre de 1819, a la que consagró veinte años
de esfuerzos. La herencia recibida del Libertador, no fue sólo la de un haz de
naciones libres, también su preocupación por la conservación del ambiente, de
la minería y de la fauna, varios decretos dictó para estos importantes
aspectos.
Su memoria la apreciamos en pinturas,
mármoles y bronce, porque su figura inmortal pertenece a los tiempos y los
pueblos, indicándonos que debemos luchar por mantener la libertad, la paz y la
democracia. Tenso aún por las ingratitudes, en carta dirigida el 9 de noviembre
de 1830 desde Barranquilla al general porteño Juan José Flores, le indica: “Quién
lucha por una revolución ha arado en el mar”, pero al internalizar la vida y obra de nuestro insigne paisano,
concluimos que no aró en el mar, más bien sembró surcos de: Independencia,
moral, paz, justicia y unión.
Ya es tiempo de bajar a Bolívar de
las estatuas y tenerlo a nuestro lado, hombro a hombro, como un gran ciudadano
en su verdadera dimensión humana. Aunque muchos lo sienten en la boca cuando se
expresan de él, pocos lo sienten en el corazón, Bolívar es un libro abierto que
nos invita a cada momento a concluir su obra de levantar a Venezuela sobre un
pedestal de corazones.
Al comenzar la disertación
mencionamos a nuestros grandes
embajadores ante el mundo, todos ellos murieron en ingratas circunstancias,
fuera del suelo que los vio nacer; de allí que el ingenio de Andrés Eloy Blanco
escribiera: “Yo no sé qué pasa en Venezuela, en el
medio, en el centro, en la placenta…que el hijo bueno muera afuera y el malo
adentro”
Señores.
Valencia 24 de julio del
2012
Eumenes Fuguet Borregales,
Gral. de
Bgda.
Vicepresidente
de la Academia de Historia del estado Carabobo